por Mauro Ricabarra, Redactor Creativo.
Góndolas, bolsillos, cuentas bancarias, estadios de fútbol, servicios, empresas, escuelas, televisión, los Martín Fierro; la crisis está por todos lados. No se puede ocultar, y sería sumamente negativo y poco inteligente hacerlo. Pero vivir con la incertidumbre que nos genera es lo peor que podemos hacer, porque lo único que nos recomienda ésta es: “pequeñín, nunca volverás a pensar en grande”.
Lo cierto es que hoy todo cambió, y hasta la crisis lo hizo. Este modelo de crisis 2002 tiene otros síntomas y, por ende, necesita otra medicación. Para dar ejemplos, en otros tiempos la mirada estaba puesta sólo en la reducción del personal, del patrimonio, en el control de gastos y por último, en esperar a que todo pase. La actual coyuntura, en cambio, nos lleva a aprovechar las oportunidades que se presentan, nos invita a ser pródigos o, simplemente, a desaparecer del mapa. Claro que los empresarios están más entrenados en la cuestión de achicar costos que en ver los nuevos negocios que surgen a partir de una crisis. De ahí que necesitan como nunca un aliado que les demuestre que hoy el éxito definitivamente no está puesto en la mezquindad. Un socio con buena cintura que pueda responder y adaptarse a los cambios, con una actitud más amplia y progresista.
Una oportunidad de cambio
Históricamente, en toda crisis, cuando la atención estaba puesta en las especulaciones monetarias, laborales, políticas o de otro tipo, surgieron paralelamente nuevas ideas, nuevas empresas exitosas, impulsadas por quienes se atrevieron a pensar la crisis como una oportunidad para cambiar, innovar, superarse. El caso más conocido es el del joven que reinventó el negocio de la computación con Microsoft, y lo hizo mientras los “peso pesados” de aquél entonces se entretenían debatiendo sobre fusiones y manipulaciones de bolsa con «bonos basura», durante la crisis de los ochenta. Esto nos deja claro algo: no caben dudas de que nadie puede triunfar en una crisis sin tener iniciativa, sin hacer un marketing agresivo. Por el contrario, si el pánico se adueña de nosotros, nos lleva a repetir fórmulas exitosas que sólo le sirvieron a otras marcas, en otro contexto. O peor, nos fuerza a bajar precios, lo que se traduce en bajar las prestaciones de nuestros productos y servicios.
Apostar al crecimiento
Qué buen título para un libro de autoayuda, ¿no? Pero estas palabras no pasan por un simple optimismo o una receta casera. Van más allá. Tienen mucho que ver con nuestro futuro, con no conformarnos con “el día a día”, un concepto cada vez más remoto y en total desuso por las nuevas generaciones de empresarios. Realmente, ¿quién se puede quedar tan tranquilo sin planificar el mañana de su compañía? ¿Quién puede proyectar sin mirar hacia adelante? ¿Quién puede creer que “el día a día” nos va a permitir triunfar en una economía tan globalizada? Por eso es necesario pensar con cautela cada estrategia, cada táctica, cada idea. Los responsables del marketing y la comunicación que sólo se preocupan en llevar dinero a su presupuesto se equivocan muy feo. Ellos deben concentrarse, principalmente, en que nuestra empresa venda más. A la larga todos nos beneficiamos. En definitiva, todos crecemos.
Cómo ser pescador
Si hay un buen consejo es éste: “a río revuelto, ganancia de pescador”. Ahora bien, ¿qué significa pescar para una empresa? Las respuestas son varias. Ser oportunos. Tener decisión. Adaptarse rápidamente a los cambios. Adecuarse a la demanda. Aprovechar las posibilidades que se generan a partir de una nueva coyuntura, de nuevos mercados que se abren. Utilizar la “reserva de energía” en los clientes y no debilitarse con la competencia. Seguir apostando al crecimiento. Y por último, creer en la creatividad como la manera de comunicar más económica y efectiva que existe, sobre todo en tiempos difíciles. Sólo con esta dinámica y movimiento constante es posible contrarrestar el efecto paralizador de la crisis que, si bien no nos permite nadar, nos deja observar todo mejor desde el muelle. Nos invita a pescar.
Los que apostamos al país
Hoy no hay pronósticos aventurados. Todos aprendimos la lección, pero no por eso dejamos de apostar en la Argentina y en su futuro. Somos sobrevivientes, y eso nos da más fuerza para seguir. Con la moral bien alta, con las ganas de siempre. Buscamos en esta crisis las mismas razones que le encuentran a esta palabra del otro lado del mundo, en China, donde la representan con la unión de dos ideogramas que significan “oportunidad de cambio”. ¿Qué querrá decir crisis para los nuevos empresarios argentinos?