La ciudad del 2050

Foto del avatar

Fuente: Adlatina

 

Probablemente el director alemán Fritz Lang haya sido el primero en filmar este ejercicio, en Metrópoli. Más acá, Steven Spielbrg muestra en Minority Report una Washington donde las grandes corporaciones habitan rascacielos centelleantes, los autos andan por autopistas totalmente perpendiculares al piso, los criminales son capturados antes de cometer los crímenes y el orden es un must. Constantemente, se ven películas que muestran distintos visiones de como serán las ciudades en el futuro. Mientras el planeta entero ya puede ser visto por internet manzana a manzana en imágenes satelitales, ¿cómo imaginar las grandes urbes de 2050?

Los arquitectos y especialistas en diseño urbano no se ponen de acuerdo sobre como serán las ciudades del futuro. Mientras unos visualizan una ciudad caótica y concentrada sobre un núcleo superpoblado, otros preconizan el estancamiento de los centros urbanos y la disolución de la urbe en cinturones cada vez más extensos de “colonias residenciales”.

William J. Mitchel, decano de la universidad de arquitectura de MIT (Massachusets Institute of Technology), afirma que las empresas migrarán hacia la periferia y crecerán los famosos “barrios cerrados”. Por su parte, el holandés Rem Colas, profesor de Harvard e ideólogo de la arquitectura actual más influyente, cree que en un futuro cercano vendrá “la gran dimensión metropolitana”. Y propone como paradigma del próximo milenio la ciudad de Censen –cercana de Macao y Hong Kong- “un lugar caótico, sin aparente planificación, el liberalismo más salvaje”.
Más allá de las contradicciones, quienes se atreven a imaginar el futuro de las ciudades coinciden en un aspecto crítico: la conversión de sus infraestructuras y escenarios en un entramado inteligente, dominado por las nuevas tecnologías y el consumismo. Algunos inclusive dicen que se verán las zonas históricas convertidas en parques temáticos y centros comerciales.

Skyline: la ciudad horizontal

Vista de lejos, no parece muy distinta a la actual. De hecho, es probable que sorprenda al espectador el discreto tamaño de su núcleo, una masa de edificios que despunta sobre el horizonte, torre de pisos y unos cuantos rascacielos, si es que hay alguno. Como opina Josh Calder, futurista y creador de la web www.futuristmovies.com, “el rascacielos tiene futuro, pero desde luego, no es el futuro. La ciudad se está democratizando, en el sentido de que refleja lo que la gente quiere, por encima de los planes administrativos y de los escenarios propuestos por arquitectos vanguardistas. Lo que está claro es que, aunque a veces las personas querrán una visión de altura, otras desearán un ambiente a escala humana, que permita ser vivido, más que dominado por él”.
La mayoría de los especialistas cree que el rascacielo no será la clave en la arquitectura de los próximos años. Lo que si aumentará será el uso y la creación de túneles subterráneos que canalizarán el tráfico hacia el centro, mejorando la calidad de los accesos y evitando los embotellamientos.

Pero el paisaje seguirá siendo más o menos el mismo: bloques de pisos de estilo más o menos homogéneo, algunas construcciones históricas… Lo espectacular quedará reservado a instalaciones deportivas, palacios de congresos, puentes y a los centros comerciales, que competirán por atraer visitantes con su deslumbrante aspecto.

Como explica Mitchell en el libro e-topía, las ciudades no serán muy distintas, porque “los modelos de asentamiento tradicionalmente establecidos y las convenciones sociales son muy resistentes; incluso ante la poderosa presión del cambio suelen transformarse de una manera lenta, desordenada, desigual e incompleta”.

Numerosos expertos coinciden en pronosticar que, debido a varios factores, entre ellos el auge del teletrabajo -no se hará extensivo, pero cobrará mucho peso- «la población con empleo remunerado será más pequeña, las empresas necesitarán cada vez menos espacio y los empleados podrán elegir con mayor libertad el lugar donde prefieren vivir, afirma, Rita Süssmuth, ex presidenta del Bundestag alemán.

Esto generará un movimiento de la población empleada hacia urbanizaciones residenciales bien comunicadas -el teletrabajo no acabará con los desplazamientos ni con los contactos personales, así que la gente seguirá necesitando moverse con facilidad- que, debido a su proliferación, convertirán la metrópoli en una especie de malla descentralizada que se extenderá hasta el horizonte.

Todos hiperconectados

La mayor diferencia entre la ciudad de 2050 y la actual será invisible a los ojos y estará basada sobre los sistemas de telecomunicaciones que mantendrán conectado todo entre sí. Mitchell cree que las urbes serán sistemas de lugares inteligentes, saturados de programas y de silicio, interconectados e interrelacionados. Si hoy ya nos hemos acostumbrado a la omnipresencia del cajero automático, mañana también lo estaremos a las terminales automáticas de compra o información, a los sistemas de vigilancia informatizada, quioscos electrónicos…

La publicidad: cada vez más invasiva

Un cambio visual notable en el aspecto de su ciudad será la repetitiva presencia de pantallas gigantes que no sólo sustituirán a las tradicionales vallas publicitarias, sino que llegarán a cubrir partes enteras de algunos edificios.

En Las Vegas, por ejemplo, ya se ha utilizado una pantalla informatizada de 420 metros, 211 millones de bombillas y 54.000 vatios de sonido para cubrir la bóveda de la zona comercial Fremont Street. Gracias a ella, el techo del edificio no sólo cambia de color a placer, sino que permite psicodélicos efectos visuales que convierten la visita a la zona en una especie de experiencia sensorial de alto voltaje.

En 2050, la gestión estará en gran medida a merced del capital privado y más que en una comunidad de ciudadanos viviremos en “colectivos de consumidores. Excitarlos a la compra se convertirá en una prioridad para las empresas, por lo que la publicidad será extraordinariamente invasiva”, agrega Mitchell.

Esto coincide con la forma que le dieron un grupo de expertos del MIT, contratado por Spielberg, a la futura ciudad de Washington en Minority Report. En la película, las vallas publicitarias reconocen a las personas que pasan por delante de ellas y les hablen, gracias a la tecnología del escáner de retina vinculada a bases de datos.

Algunos expertos, como Scott Beechuk, cofundador de la empresa de software PrivacyRight, se muestran escépticos respecto a dicha tecnología, sin embargo, él cree que el marketing, por el medio que sea, alcanzará sus máximas cotas de personalización.

Transporte: menos y mejor

Aunque la empresa estadounidense Moller International lleva invertidos millones de dólares en un prototipo de auto volador -el M400 Skycar- no pareciera que éste se va a imponer, al menos en un futuro cercano.

Lo que predice el ingeniero y diseñador de efectos especiales y vehículos, Nick Pugh, es más probable: según él, hacia 2050 el volante será opcional y el conductor no tendrá que ocuparse de conducir, de decidir la mejor ruta o de reaccionar frente a los imprevistos.

Por su parte, Amory Lovins -uno de los pensadores más influyentes de Occidente en materia energética y poderosa figura en la industria de la automoción- apuesta por el hiperauto, un vehículo movido por hidrógeno, no contaminante, seguro y rápido. La existencia de esta clase de vehículos, sumado al desarrollo de las vías subterráneas contribuirán a acabar con los problemas que afectan hoy al tráfico.

Lo que está claro es que los automóviles no desaparecerán. Mikel Murga, ingeniero y socio de la empresa Leber Planificación e Ingeniería, explica que “la experiencia acumulada enseña que muchos de los ahorros de tiempo en desplazamientos se invierten en nuevos trayectos. De hecho, la tendencia de las nuevas telecomunicaciones a aumentar las redes de contactos a nivel profesional y social se acaba traduciendo en la necesidad de mantener contactos presenciales”. Así, según este experto, el incremento de la suburbanización aumentará el tráfico y podríamos perder el mayor activo de las actuales ciudades de densidades medias: “La proximidad peatonal a centros de empleo, comercios y servicios”.

La comunión, al centro comercial

Como explica el innovador arquitecto, Jon Jerde, la indiferencia de los gobiernos a la creación de espacios destinados a que los individuos se encuentren, se relacionen, se comuniquen, va en aumento. Esta circunstancia dará lugar a que, en el futuro, sean las empresas privadas las que monopolicen las iniciativas en este sentido, con la consecuente orientación comercial de los lugares de encuentro –ya está sucediendo en la actualidad-.
En consecuencia, las grandes compañías se adueñarán de los espacios de ocio, de los culturales y hasta de los naturales. Y, sobre todo, dominarán el centro comercial, convertido en “mastodóntica catedral consagrada al culto del consumo”.

Jerde es uno de los arquitectos que trabaja en este prólogo del mañana, con obras como el Core Pacific City, una construcción de 600.000 metros cuadrados y 19 plantas erigida en Taipei (Taiwán) que cumple, de forma simultánea, las funciones de centro comercial, de ocio y cultural y que ya se ha convertido en un icono del siglo XXI.

Vigilancia

Desde hace años, los escritores imaginan sociedades totalmente vigiladas por el gobierno, en las que todo lo que los hombres hacen, tanto en su vida pública como en el tiempo personal. Faherenheit 451, Brave New World, o 1984 son sólo algunos de estos títulos de Ciencia ficción que mostraron años atrás temas que hoy ya son una realidad.

Dado que la metrópoli del futuro no estará exenta de delincuencia, la vigilancia que permiten los sistemas basados en las nuevas tecnologías alcanzará cotas de Gran Hermano.

Si en algunas ciudades británicas, ya hoy y en un solo día, una persona es grabada por más de 300 cámaras, es fácil imaginar cómo será en 2050. Serán registrados imágenes y sonidos de quienes transiten por la calle. Encuentros, recorridos, agresiones, accidentes… se someterán a una vigilancia constante por las fuerzas de seguridad del Estado.

La policía contará con sistemas capaces de detectar automáticamente a quienes se salten un semáforo, existirán escáneres de matrículas que permitirán localizar un carro al instante y la tecnología de reconocimiento facial, ya en desarrollo, se implantará, como mínimo, en fronteras y aeropuertos. El resultado: menos delincuencia en las zonas más vigiladas y una ciudadanía que verá su privacidad muy comprometida. Sin embargo, no todos concuerdan sobre este punto.

La vestimenta: cada vez más funcional

La ropa será, cuando se lo necesite, medicinal. Es decir, mantendrá el cuerpo a la temperatura aconsejable en cada momento y, como prácticamente todo a nuestro alrededor, será inteligente. La funcionalidad de la ropa será cada vez más importante. De hecho, hoy ya existen dispositivos que dan la ubicación exacta de las personas, entre otros accesorios inteligentes que se han creado.

Como cuenta Neil Gershenfeld en el libro Cuando las cosas empiecen a pensar, “los ordenadores para llevar encima suponen una revolución que estoy seguro tendrá lugar, porque ya está ocurriendo. Hay tres fuerzas que la impulsan: el deseo de la gente de aumentar sus capacidades innatas, la existencia de una tecnología que puede introducir ordenadores en la ropa y la demanda industrial de desplazar la información desde donde están los ordenadores hasta donde están las personas”.

Además, dicen los expertos que la gente llevará microprocesadores en los lentes, en los zapatos, en la camisa, que les permitirán ver más, oír más, comunicarse a distancia, consultar información en cualquier momento y lugar, cambiar el color de las prendas, entre otras cosas.

Un ordenador personal que se precie deberá poder ser vestido; como si se tratase de unos vaqueros, unas gafas o unas zapatillas de deporte, y participar en todas las actividades de su propietario, adaptándose fácilmente a sus deseos y costumbres. O al menos eso es lo que piensa un grupo de jóvenes técnicos del MIT con su proyecto Ropas inteligentes. Gracias a sus múltiples investigaciones, ya es posible incorporar un ordenador personal a cualquier prenda de vestir.
Los muchachos del MIT experimentan sobre ellos mismos, durante las 24 horas al día, nuevas formas de interacción con las computadoras, logrando que la máquina sea capaz de entender y colaborar con el hombre, como si se tratase de una prolongación de su propio cuerpo. Son partidarios de la Informática +ropa, que propone integrar en la ropa una serie de dispositivos capaces de pensar las necesidades de su propietario, incluso transmitir sus deseos involuntarios, e interactuar, con todo aquello que le rodea. Y tiene el potencial de ver; mientras el usuario ve, de escuchar; mientras este escucha y, sobre todo, de sentir; el entorno físico del propietario.

La Ropa inteligente se nutre y necesita información del entorno del usuario. Durante el transcurso de una conversación, esta podrá informar, a través de una cámara engarzada en las gafas, y sin que ello moleste o distraiga a su propietario, sobre el nombre olvidado de su interlocutor. El sistema utilizará el contexto físico de la Ropa inteligente; para proporcionar información que pueda resultar útil al usuario dentro de un contexto determinado. Además, éstas incorporan nuevos sensores y tecnologías que proporcionan información física del entorno para ampliar y enriquecer la memoria de quien las usa. Conocen lo que le rodea, y reaccionan de forma adecuada para adaptarse a sus necesidades.

Sólo se necesita acoplar cámaras, GPS, micrófonos y otros sensores en la indumentaria para convertirse en Cyborg, que es como se autodenominan los muchachos del MIT. Otro punto interesante de este concepto es que estos pueden comunicarse a distancia entre ellos con el mundo que les rodea, ya que cuentan con comunicaciones inalámbricas.

Para que las Ropas inteligentes sean verdaderamente útiles necesitan un tipo de aplicaciones llamadas RA (Remembrance Agent). Estas, infiltradas en las prendas de vestir, son capaces de proporcionar información en tiempo real basada en el contexto físico y virtual del individuo que las lleva puestas. El RA despliega, de forma continua, pequeños partes de e-mails; que recibe el cyborg; (en ocasiones los mensajes aparecen en las gafas para que los pueda leer de forma inmediata), así como cualquier otro tipo de información que le pueda ser relevante. Si, por ejemplo, este se encuentra tomando apuntes en una conferencia, el RA le sugiere una serie de documentos para que pueda hacer preguntas inteligentes al conferenciante. También puede grabar el nombre y peculiaridades de las personas que ha conocido y, si coincide con cualquiera de ellas en otro lugar, el RA le recordara quienes son y cual fue el contenido de la conversación que mantuvieron. Y todo ello sin hacer uso del teclado, ya que el sistema identificara a su interlocutor a través de un sistema de reconocimiento facial.

Obras imprescindibles para comprender todo lo que está por venir

-Mutaciones. Varios autores. Ed. Actar, 2001. El “feísmo” urbanístico, desde Norteamérica hasta África, pasando por el sureste asiático, nunca había sido escrito ni fotografiado de una manera tan espectacular.
El arquitecto holandés Rem Koolhaas y sus alumnos de Harvard completan su viaje por la geografía de las ciudades aceleradas: desde el “downtown” desértico de Detroit, hasta la masificación de las ciudades del delta de Río de las Perlas, en China, las aldeas de ocho millones de habitantes de Nigeria o los modelos en decadencia de Europa. / Luis Alemany

-Cuando las cosas empiecen a pensar. Neil Gershenfeld. Ed. Granica, 2000. El autor parte de una premisa: por ahora, las máquinas son instrumentos pasivos que no nos facilitan mucho la existencia. Hace falta una revolución que los convierta en asistentes capaces de pensar, de “ponerse en nuestra piel” y de hacerse verdaderamente útiles.

-E-topía. William J. Mitchell. Gustavo Gili, 2001. Mitchell señala que su libro no es una apología del futuro hiperconectado ni tampoco una visión fatalista de lo que nos espera. Su percepción es lúcida, llena de sentido común. El autor no se queda en los grandes conceptos, desciende hasta el impacto que los cambios tendrán en la vida cotidiana.

-La comunidad del futuro. Fundación Drucker. Granica, 1999. Interesante colección de visiones del futuro de las comunidades en el siglo XXI, donde se abordan temas tan diversos como el nuevo papel de las ONG, las empresas, las iglesias o Internet. Sus autores, todos ellos grandes personalidades del mundo de la empresa, la investigación y la política, apuntan los riesgos y desafíos que depara el futuro así como las vías más efectivas para afrontarlos. Un libro que permite conocer mejor los fundamentos, la situación y las perspectivas de la ciudad humana.

-Pisos Piloto. Células domésticas experimentales. Gustau Gili Galfetti. Gustavo Gili, 1998. Hace mucho que los arquitectos de todo el mundo se preguntan acerca del apartamento del futuro. En este libro es posible acercarse a las propuestas más utópicas y visionarias que se han realizado en las últimas décadas.

-La galaxia Internet. Manuel Castells. Plaza & Janés. Areté, 2001. Este experto en la sociología de Internet describe los cambios que la Red ha introducido en nuestro mundo y apunta los peligros de la brecha del conocimiento, el principio de las desigualdades futuras que podría delimitar el mundo de quienes tendrían acceso a la información y el de quienes no.