Por Alan Pérez, redactor creativo de NSB
¿Cuál es el futuro de la publicidad? La historia está llena de grandes cambios. Contra los alarmistas apocalípticos del impacto ambiental provocado por el hombre, y el cada vez más drástico cambio climático, habría que cuestionarse acerca de cuántas glaciaciones y cuántos efectos invernaderos sufrió el planeta incluso antes de la existencia de la humanidad.
Personalmente creo que este devastador proceso de industrialización destructivo del que somos responsables pertenece a un paso evolutivo natural, tanto del hombre como del planeta. Al fin y al cabo, como dijo Einstein: “Todo es relativo”, y así como estamos íntimamente ligados al planeta en que vivimos (somos parte de él, una partícula más de su genoma), las edades geológicas influyen en nuestro modo de actuar, pensar y sentir de la misma manera que nosotros influimos sobre él, algo así como un especie de causa y efecto recíproca. Por eso, pienso que el calentamiento global y demás, son parte de un proceso natural en el que la humanidad funciona como un catalizador. Y a la inversa, los acontecimientos históricos, culturales, sociales y económicos en los que se ve involucrado el hombre son cíclicos, inevitables, permanentes y naturales.
Igualmente, hace un buen tiempo que venimos escuchando cuestionar también la continuidad de la publicidad. Con tono alarmista, más de uno vaticina un gran cambio que la va a dejar fuera de juego si no es capaz de mutar. ¿Pero es posible no mutar? ¿Acaso eso se decide? Me parece que no, que nadie decide crecer y crece, que nadie decide perder pelo y lo pierde, que nadie elige el mundo que nos toca y sin embargo ahí está.
Otra vez volvemos a lo mismo. Hace ya muchos años que la cadena inglesa de televisión BBC suprimió la publicidad y en Francia se proyecta hacerlo con la cadena pública. Esto, y la crisis de los medios impresos, llevan a muchos a dar por sentada la futura, y cada vez más cercana, desaparición de la publicidad. Pero nadie menciona que hubo un tiempo en que no había imprenta, ni televisión, ni radio, y unos primitivos habitantes se las ingeniaron para dejar grabados en las paredes de alguna cueva o tallados en piedras y quién sabe cuántas otras cosas más.
La publicidad es un proceso natural, recordemos que está todo inventado, el hombre lo único que hace es modificar algo que ya existe. Pensemos por ejemplo en los animales: la publicidad está en la coloración ostentosa del plumaje, en la voluptuosidad de una melena, en el brillo del pelaje, en el sonido de un mugido, un canto, un gemido, incluso en un olor. Se trata de un elemento vital, gracias a la publicidad, un animal o un insecto come y se reproduce. Ahora vayamos un poco más allá y pensemos en el color de una flor, las púas de algunas plantas, etc.
De la misma forma, la publicidad es inherente al hombre. Todo habla de uno, desde la barba y el corte de pelo, hasta la ropa. También una mujer que se perfuma está haciendo publicidad, un hombre que regala flores está haciendo publicidad, un plato de comida es publicidad. La publicidad está en cada lugar, está en la calle, en el trabajo, en la casa. Se está embebiendo en la particularidad de lo cotidiano. Se está volviendo algo más personal y específico. Se está diversificando, como pasó siempre, desde el Big Bang, la multiplicación hacia el infinito microscópico, desde Pangea hasta los continentes, desde las razas hasta las cruzas, desde los trabajos tradicionales hasta la diversidad de especificaciones laborales, desde las casonas comunitarias hasta los monoambientes, desde un auto familiar hasta un auto para cada uno.
Seguramente la publicidad no va a desaparecer, por el principio básico que establece que la materia no se crea ni se destruye, sino que se transforma. La publicidad está ligada al cambio y no mutar le es imposible, porque significaría que el hombre o el planeta tampoco lo hicieran, repasemos otra vez la frase de Einstein.